No redundar sobre la belleza oculta, ni alimentar expectativas impuestas. El misterio natural que abriga lo desconocido, y el silencio del alma que espera poder gritar.
Porque es dueña de su cuerpo, aunque no controla el tiempo, sí controla sus deseos. Dirige su mirada hacia lo impredecible y decide cada caricia que recibe.
En su capullo, se alimenta de pensamientos etéreos, anhelos y emociones pacientes, expectante de la hermosa criatura que emergerá.
Un abrazo de oso.
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